Desafección
Víctor Guerra Fernández
Pese a ser de Barcelona y residir allí, vivo los acontecimientos
relativos al proceso soberanista con una cierta distancia. Quizás es
porque soy hijo de una madre gallega y de un padre catalán, quien a su
vez es hijo de inmigrantes extremeños. Lo cierto es que concibo mi lugar
de nacimiento como un punto casual e influido por las circunstancias
del momento. No tengo ningún sentimiento patriótico o nacionalista y,
cada vez más, voy sintiendo una ligera desafección por esos Gobiernos,
tanto el catalán como el central, que predican la necesidad de un
diálogo pero que, a día de hoy, a poco más de dos meses para el 9-N, no
parecen estar dispuestos a abandonar sus posiciones ni a ceder un poco
en sus pretensiones. Esa desafección se extiende hacia aquellos que
menosprecian a una cultura (o a una lengua) para enaltecer a la otra;
hacia aquellos que utilizan una serie de inexactos tópicos para criticar
a la otra parte; hacia aquellos que dan por hecho que, si no defiendes
su postura, estás con “los otros”; hacia aquellos que no son capaces de
respetar los símbolos de los demás mientras reclaman amparo para los
suyos.
Todo esto ha provocado que viva el proceso de forma distante, sin
banderas ni himnos, y ha hecho que lo que tengo claro respecto a este
asunto es cuál es la Cataluña y cuál es la España de la que no me puedo
sentir orgulloso.
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