sábado, 23 de agosto de 2014

Los orígenes de la Gran Estafa Nacional



Para desmemoriados por interés o por simple estulticia, Santos Juliá recuerda de dónde viene la Gran Estafa económica, política y social que ha sido y es todavía el pujolismo como "idea nacional" vertebradora de un país:

En los días del gran engaño

Santos Juliá



De Pujol se podrá pensar que ha sido un mal banquero, que es de la derecha camuflada o que es feo, pero nadie, absolutamente nadie en Cataluña, sea del credo que sea, puede llegar a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón”. No, esto no lo dijo ningún paniaguado de Pujol ni ningún beneficiario de alguna concesión al 3%; esto lo escribió Manuel Vázquez Montalbán para expresar la mezcla de estupor e indignación que le produjo la querella interpuesta en mayo de 1984 por la Fiscalía del Estado contra Jordi Pujol y otros 24 consejeros de Banca Catalana por apropiación indebida y falsedad en documento mercantil. Recordaba Vázquez Montalbán la “pobreza semántica del lenguaje judicial” y comparaba la querella firmada por los fiscales Jiménez Villarejo y Mena con los procesos por “rebelión militar por equiparación” sufridos durante el franquismo por quienes, como él, habían sido víctimas del lenguaje judicial. Víctima también de la persecución franquista, Pujol sufría de nuevo los efectos de la jerga del Poder Judicial que pretendía engañar a las masas para convencerlas de que aquel señor al que acababan de votar mayoritariamente era un ladrón.

Sostenía Vázquez Montalbán que, con la acusación de apropiación indebida, o sea, llamar ladrón a Pujol en un lenguaje tecnocrático “que puede sonar a descarga de ley de fugas”, una de dos, o se quería provocar un conflicto nacionalista de fondo, o se actuaba “desde una prepotencia de señoritos tecnócratas con más teléfonos que cerebro” (EL PAÍS, 29-5-1984). Algo similar se desprendía de la pregunta que al mismo Pujol formulaba Josep Ramoneda en una entrevista para La Vanguardia (28-5-1984) cuando le sugería que la querella interpuesta por la fiscalía revelaba, “una vez más, la incapacidad de Madrid para pensar y articular un modelo de Estado en el que realmente quepamos todos”. Interponer la querella era, de acuerdo ahora con Miquel Roca en su respuesta a María Mérida para Abc (28-5-1984), “un proceso a la burguesía catalana” planeado por alguien que “quiere desestabilizar Cataluña, pero no lo conseguirá”. La burguesía es elemento fundamental en la contextura social de Cataluña, añadía Roca, y poco le gusta que alguien se dedique a poner “bastones en las ruedas”.

Corría el mes de mayo de 1984 y nadie en Cataluña se acordaba de que Joaquim Molins i Amat, portavoz del grupo Minoría Catalana en el Congreso de diputados, había manifestado en una sesión de la Comisión de Economía, Comercio y Hacienda celebrada en junio del año anterior, su pleno acuerdo, y el de su grupo, con el impecable informe presentado por Miguel Boyer sobre la crisis de Banca Catalana: las causas de la quiebra, las primeras y fallidas propuestas de compra por entidades financieras catalanas de modo que se salvara su “catalanidad”, la negativa del Gobierno a ejercer su derecho de tanteo, y en fin, su compra por un pool de bancos tras su saneamiento por el Banco de España y el Fondo de Garantías de Depósitos.

Pero había pasado un año de todo aquello y ¿quién, sino un Gobierno formado por tecnócratas con más teléfonos que cerebro, incapaz de concebir un modelo de Estado en el que cupiéramos todos, y enemigo de la burguesía catalana, podía acusar de un delito de apropiación indebida a un político que acababa de conquistar la mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya? ¿Pujol y los 24 consejeros, culpables de una contabilidad falsa y beneficiarios de la caja B de Banca Catalana cuando ya de su agujero no se veía el fondo? Imposible. Y así, sin leer la querella, se dio por seguro que los fiscales no actuaban más que como instrumentos al servicio de una sucia iniciativa del Gobierno de Madrid contra Cataluña o, como sentenció Ramon Pi desde La Vanguardia (20-5-1984), “una operación política subterránea revestida de legalidad formal y con poco creíbles pretensiones de imparcialidad fiscal”.

El inmediato uso político de las reacciones publicadas ante la querella transformó a Jordi Pujol de político perseguido por la justicia en depositario de un poder sin trabas. En esos días de incredulidad, asombro y denuncia, Pujol vivió la singular experiencia de disponer, no ya de hegemonía, sino de todo el poder, primero, cuando la Audiencia Territorial de Barcelona se declaró incompetente para dar curso a la querella, decisión premonitoria de las que vendrían dos años después, con jueces en fuga, que ni querían ver los papeles de los fiscales; luego, cuando comprobó la desorientación y el encogimiento de espíritu o, más bien, la entrega interior que la querella había provocado en las filas de los socialistas catalanes, insultados y agredidos en las calles; en fin, cuando, identificando su persecución con la secular humillación catalana a manos de España, definió, entre ovaciones de unos y silencios de otros, la querella como un “ataque a Cataluña”, culminación de un designio de asfixiarla económicamente. Fue entonces cuando recordó en el Parlament que “Catalunya té força; en té perquè en té i perquè es forta Catalunya té força, i avui té més força que fa un temps”, para recibir de inmediato la aclamación de la multitud congregada en la plaza de Sant Jaume, gritando: “Obiols, cabrón, som una nació” y “Felipe, Guerra, atacan nuestra tierra”. Un Jordi Pujol, poseído de esa emoción que solo se siente en la llegada a la cima del poder recordaba a la multitud (75.000 según la Guardia Urbana, 300.000, medio millón, qué mas da, según los convocantes) que Cataluña era una nación, era un pueblo y “con un pueblo no se juega. A partir de ahora, cuando alguien hable de ética y de moral, hablaremos nosotros”.

domingo, 17 de agosto de 2014

jueves, 14 de agosto de 2014

Andorra, el Estado-granuja



Es de sobra conocida desde hace años la relación entre Andorra y la evasión de capitales, el contrabando al por mayor y toda clase de tráficos que proporcionen jugosos dividendos.  Este Estado de opereta bufa cuya soberanía al menos sobre el papel se reparten España y Francia, teniendo por  "copríncipes" al obispo de Seu d'Urgell y al presidente de Francia (a título de sucesor de los Borbones franceses), representa una tentación demasiado grande para sinvergüenzas como la familia Pujol y en general para las élites catalanas, que lo aprovechan a fondo como paraíso fiscal y sobre todo como puerta a paraísos fiscales de más enjundia.
 
Ayer tarde en La Sexta se comentaba la "íntima asociación" existente entre las élites andorranas y las bandas de evasores de capitales que se están desentrañando en los últimos años entre los miembros de la gran burguesía catalana. Efectivamente, ello es así, esas relaciones vienen de antiguo y no se fundamentan solo en lo económico. Para muchos catalanes nacionalistas incluso no necesariamente delincuentes, Andorra, que además de estar ahí al lado es el único país del mundo cuyo idioma oficial es el catalán,  constituye algo así como un patio trasero de casa que sin ser exactamente "casa nostra" al menos de manera oficial si lo es dentro del corazón, y al parecer de la cartera de muchos.
 
Andorra es un Estado no solo permisivo sino colaborador activo de la corrupción catalana y también española. Sus leyes castigan duramente la violación del "secreto bancario"  que proteje los depósitos en bancos andorranos de granujas como los Pujol. Apoyándose en esa colaboración y en el colmo del cinismo, Jordi Pujol y sus abogados preparan para fin de mes una demanda requiriendo acciones penales contra directivos y empleados de dos bancos andorranos, por la delación de que supuestamente ha sido objeto al haber aparecido información sobre sobre saldos y movimientos de sus cuentas en Andorra. La maniobra del clan Pujol busca paralizar las investigaciones de la UDEF española y cortar de cuajo el grifo informativo mediático, "obligando"a los bancos andorranos a dar la callada por respuesta ante cualquier indagación sobre esas cuentas.  Una vez más los delincuentes aprovechan leyes cortadas a medida para intentar parar lo que se les viene encima.
 
Todo eso no sería posible, repito, sin la colaboración de quienen gobiernan y se lucran con el Estado andorrano. Un "país" por cierto cuya legislación laboral se equipara a la de los países semiesclavistas del Golfo Pérsico,  ya que por ejemplo los trabajadores imigrantes, la inmensa mayor parte de la población activa y casi todos españoles o portugueses, carecen de toda clase de derechos precisamente por ser extranjeros. Un país corrupto y fascista pues con una seudodemocracia restringida a algunos miles de  "ciudadanos de derecho", entre los que por cierto se cuentan decenas o centenares de artistas, deportistas, empresarios y otros evasores de capitales catalanes y españoles, quienes para evitar pagar impuestos aquí han comprado la nacionalidad de un país "libre de impuestos"  que no poseían por nacimiento.   
 
Andorra, agujero negro donde desaparecen los capitales peninsulares, un Estado-granuja que debería avergonzar a Europa.
 

lunes, 11 de agosto de 2014

Desafección, de los unos y de los otros



Desafección
Víctor Guerra Fernández

Pese a ser de Barcelona y residir allí, vivo los acontecimientos relativos al proceso soberanista con una cierta distancia. Quizás es porque soy hijo de una madre gallega y de un padre catalán, quien a su vez es hijo de inmigrantes extremeños. Lo cierto es que concibo mi lugar de nacimiento como un punto casual e influido por las circunstancias del momento. No tengo ningún sentimiento patriótico o nacionalista y, cada vez más, voy sintiendo una ligera desafección por esos Gobiernos, tanto el catalán como el central, que predican la necesidad de un diálogo pero que, a día de hoy, a poco más de dos meses para el 9-N, no parecen estar dispuestos a abandonar sus posiciones ni a ceder un poco en sus pretensiones. Esa desafección se extiende hacia aquellos que menosprecian a una cultura (o a una lengua) para enaltecer a la otra; hacia aquellos que utilizan una serie de inexactos tópicos para criticar a la otra parte; hacia aquellos que dan por hecho que, si no defiendes su postura, estás con “los otros”; hacia aquellos que no son capaces de respetar los símbolos de los demás mientras reclaman amparo para los suyos.

Todo esto ha provocado que viva el proceso de forma distante, sin banderas ni himnos, y ha hecho que lo que tengo claro respecto a este asunto es cuál es la Cataluña y cuál es la España de la que no me puedo sentir orgulloso.

lunes, 4 de agosto de 2014

Todos los propietarios del oasis catalán en un solo libro


Son 400, los mismos desde hace unos tres siglos. Millet, el vailet de chambre del patriciado barcelonés, el que repartía los dividendos negros del Palau de la Música, dice que son exactamente 44 familias; si lo sabrá él, que se encargaba de recoger el dinero de los sobornos y confeccionar los sobres para sus amos.

En su libro L'oasi català, los periodistas Pere Cullell i Andreu Farràs repasan una a una esas familias, sus orígenes, sus relaciones y algunos chanchullos históricos (nada que ver sin embargo, con lo que ahora vamos conociendo; el libro es de 2001).

Los apellidos que aparecen en las trescientas y pico páginas de este ensayo suenan, en Catalunya y también más allá. Son la crema de la crema de la "alta sociedad civil catalana" (vulgo, de la gran burguesía barcelonesa). Generación tras generación han vivido entrelazados entre ellos hasta el paroxismo con vínculos de sangre, de negocios, políticos, de amistad, de odio... Y casi nunca ponen todos los huevos en la misma cesta: banqueros rapaces, abogados de éxito, eclesiásticos excelsos y militares y políticos franquistas se entremezclan sin solución de continuidad en las mismas familias con alegres vividores, políticos de izquierdas incluso radicales y desde luego, con nacionalistas catalanes furibundos.

 Son Catalunya, así se definen a sí mismos. Vale la pena conocerlos.

L'oasi català. de Pere Cullell y Andreu Farràs. Editorial Planeta. Barcelona, 2001 (en catalán).