jueves, 31 de julio de 2014

Historia oficial versus Historia real en Catalunya


Como en muchos otros países "renacidos" en la época de las revoluciones burguesas, a mediados del siglo XIX, en Catalunya la Historia real fue substituida en su momento por una colección de leyendas más o menos inspiradas en sucesos históricos o directamente inventadas, cuya función desde entonces ha sido dotar de contenido y sobre todo legitimar una pretensión ideológica, cual es la fabulada existencia de "continuidad histórica" desde tiempos remotos hasta la actualidad de un cierto tipo de país vinculado a valores burgueses (que en realidad son de reciente creación) que pretendían -pretenden- hegemonizar nuestra sociedad.

Entre los mitos alumbrados en esos años fundacionales están por ejemplo la invención de Guifré el Pilós, supuesto primer-conde rey de la Casa de Barcelona independiente de los francos, los orígenes de la literatura catalana en la novela medieval Curial i Güelfa, que sería la más antigua novela de la literatura mundial (en realidad y como demuestra una tesis doctoral no publicada, se trata de un fraude conscientemente ejecutado ya que fue escrita a principios del siglo XIX por Manuel Milà i Fontanals), la leyenda del Príncipe de Viana, adalid y mártir de la causa popular catalana frente a su padre el "castellano" Joan II (cuando lo cierto es que Carlos de Viana fue la cabeza visible del partido oligárquico enfrentado a los intereses populares durante la Guerra civil catalana del siglo XV), la posición unívoca de adhesión a la causa austracista supuestamente mantenida por el pueblo catalán durante la Guerra de Sucesion española como modo de defender sus principios nacionalistas (patraña moderna igualmente inventada durante el Romanticismo y carente de cualquier fundamento histórico, ya que el nacionalismo como tal ideología es fruto de la Revolución Francesa y por tanto posterior en casi un siglo), o la resistencia de las clases burguesas catalanas al franquismo en defensa de su identidad nacional y su cultura propia (cuando es un hecho probado la colaboración  política, económica y social de estas con el Régimen fascista español). Todo esto es apenas una reducida muestra espigada al azar en la Historia de Catalunya.

Uno de los mitos más queridos por los historiadores al servicio del nacionalismo catalán es que el Decreto de la Nueva Planta borbónico alumbrado tras la Guerra de Sucesión sojuzgó y arruinó la economía catalana. En sus últimos trabajos de historia económica Ernest Lluch demostró que esto no solo no fue así, sino que la realidad fue exactamente la contraria. La economía catalana decayó en la Baja Edad Media al ser substituida Barcelona por Valencia como cabeza económico-financiera de la confederación de Estados que integraron la Corona de Aragón, y resultó especialmente perjudicada por guerras y pestes durante los siglos XVI y XVII (según el demógrafo Jordi Nadal, en esa época el país perdió el 25% de su población).

Fue precisamente la Nueva Planta, concluye Lluch, quien sentó las bases del lanzamiento de la economía catalana a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La acumulación de capital generada por las iniciativas de empresarios como Narcís Feliu de la Penya y su círculo, que Lluch estudió a fondo, fue posible precisamente al abolirse las barreras aduaneras internas entre los viejos reinos peninsulares, lo que creó un gran mercado para las manufacturas catalanas que pervivió hasta mediados del siglo XX.  Uno de los santos y señas de la burguesía catalana y de sus proyecciones políticas a partir de entonces será precisamente la petición constante al Estado español de que garantice ese mercado explotado en exclusiva por los fabricantes catalanes mediante medidas proteccionistas, que a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX estarán opuestas y en pugna constante con el librecambismo impulsado por los financieros  y terratenientes mesetarios y sureños.

Por lo demás, gracias a la Nueva Planta y otros decretos de carácter fiscal las clases altas catalanas y españolas fueron obligadas por primera vez a pagar impuestos, algo inédito en España. Ese es el verdadero origen de su rechazo a la modernización del Estado emprendida por los ministros de Felipe V y sus sucesores, y del apego a los viejos privilegios y execciones medievales recogidos en los Fueros  (en su gran mayoría, falsificaciones destinadas a legitimar los privilegios oligárquicos de los señores rurales, los patricios urbanos y la jerarquía eclesiástica).

El nuevo Estado importado de Francia y sus sucesivos retoques posteriores no acabaron de cuajar políticamente precisamente a causa de esa oposición (las guerras carlistas del siglo XIX y la guerra de 1936-1939 no son otra cosa que momentos álgidos en la secuencia histórica del enfrentamiento entre reformistas y oligarcas), pero las energías económicas liberadas permitieron que en zonas concretas, caso de Catalunya y el País Vasco, se produjeran Revoluciones Industriales locales que funcionaron durante casi dos siglos como locomotoras económicas de España.

martes, 29 de julio de 2014

Madrid chantajeaba a Pujol

 
Ahora resulta que todo el mundo político y periodístico español conocía al dedillo desde hace años los negocios sucios de la familia Pujol, y que los sucesivos Gobiernos españoles en minoría usaban el "dossier Pujol" para obtener su apoyo político. Un artículo sobrecogedor del periodista Francesc Valls en la edición catalana de El País del 27 de julio pasado:
 
Francesc Valls
 
Cuentan los políticos veteranos de CiU que cuando un negociador de Convergència comparecía ante algún ministro del Gobierno central, ya fuera del PSOE o del PP, una enorme carpeta con los negocios de la familia Pujol, a modo de comodín, les disuadía de cualquier reivindicación intempestiva que perturbara los planes del Ejecutivo de Madrid. CiU ayudaba a gobernar España y el PP o PSOE —PSC, en su encarnación catalana— contribuían a que los convergentes se mantuvieran sobre la maroma del poder. Por eso CiU nunca quiso pactar con Esquerra Republicana, aunque tuviera la oportunidad de hacerlo, como sucedió en 1999. Prefirió al PP. Y del despecho nació el primer tripartito catalán que —a regañadientes del PSOE— se instaló en la Generalitat. Entre CiU y el gobernante central de turno había también un pacto tácito de silencio, que comprendía los negocios de la familia Pujol y que ha perecido víctima del fuego cruzado provocado por el proceso soberanista.

Ahora todo vale. El Estado ha puesto su formidable maquinaria a funcionar a pleno rendimiento y ya no hay prisioneros. Se acabó el silencio. Ante los informes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) muchos —aun conociéndolo— han reaccionado como cínico prefecto de policía Louis Renault de la película Casablanca, cuando decide cerrar el café de Rick porque alberga un casino del que él mismo es comisionista.
 
La opinión pública, sin embargo, desconocía unos informes a los que la prensa no tuvo nunca acceso, aun sabiendo que existían por terceros. La autoinculpación de Jordi Pujol del pasado viernes ha hecho caer los decorados y la verdad aparece desnuda en un momento crucial para las relaciones entre Cataluña y el resto de España. ¿Con qué ánimo se va a presentar el próximo miércoles Artur Mas ante Mariano Rajoy? No hay muchas expectativas sobre los resultados de la reunión una vez que el almanaque de hazañas fiscales de los Pujol ya ha sido publicado.
 
En Cataluña se piden explicaciones parlamentarias al que fue durante 23 años presidente de la Generalitat. El buque insignia del nacionalismo catalán moderno tiene una importante vía de agua. Es urgente que Convergència proceda a desposeer a Jordi Pujol de todos sus cargos. CDC debe pasar página de un presidente de honor que defraudó durante 34 años a Hacienda y engañó a sus conciudadanos no pagando impuestos. Se acabó la desfachatez.
 
La memoria es dura. Pero es bueno acudir a las hemerotecas para recordar. “Mi familia y yo tenemos
la conciencia muy tranquila y dormimos muy bien, porque después de aguantarlo todo durante 22 años, no se ha podido demostrar nada”, aseguraba el 18 de abril de 2002 Jordi Pujol ante las cámaras de TV-3. “¿Es que mis hijos no pueden trabajar en cualquier empresa?”, se preguntaba el entonces presidente de la Generalitat.
 
Pedir explicaciones de las adjudicaciones de contratos públicos a los hijos de Pujol “es una manera de hacer política no digna, lo ensucia todo y perjudica el estado de ánimo del país”, sentenció ante TV-3 el presidente catalán.
 
Tras la confesión autoinculpatoria de Jordi Pujol del pasado viernes todo ha cambiado. Nada volverá a ser como antes. Cataluña ya no es Pujol, pero el pecado —lo sabe el expresidente como buen cristiano— requiere expiación. Y ayer mismo, desde Convergència, Josep Rull, número dos del partido, recordaba que “Cataluña está por encima de toda persona, por relevante que haya sido”. El altar del sacrificio parece pues estar listo.

lunes, 28 de julio de 2014

De dónde venimos, o el tranquilo oasis era en realidad un pozo negro


En los años ochenta y noventa del siglo pasado se hablab a del "oasis catalán" como un espacio territorial en la atormentada España de la Transición y el postfranquismo donde reinaban la paz civil general y el entendimiento político en los temas básicos, gracias sobretodo a que el conjunto de la clase política local se había forjado en una larga y dura lucha contra el franquismo y sus sucesores, y a que la "sociedad civil"  de Catalunya vivía impregnada en valores éticos y democráticos articulados en torno a un catalanismo progresista y moderadamente nacionalista.

Todo esto era una mentira infecta como hoy sabemos, propalada por los mismos canallas de quienes ahora se está demostrando han saqueado Catalunya hasta el tuétano durante décadas con la coartada política ¡y moral! de su amor a la "Pàtria".

Finalmente el oasis catalán ha resultado ser un pozo negro, una fosa séptica llena de mierda pestilente en la que chapotea alegremente desde hace décadas lo más granado de la burguesía catalana, aquella que presuntamente perdió la Guerra de España pero ganó la Paz de Franco; aquella burguesía que en sus salones del barrio de Pedralbes o en las estancias de las masías señoriales no se estaba de comentar que "Franco y los militares españoles eran unos hijos de puta sí, pero había que reconocerles el haber metido en cintura a los obreros". 

Esta misma burguesía catalana que colaboró económica y socialmente con el fascismo español más cutre aunque aparentemente lo rechazara en el plano político, es la misma que durante el último cuarto del siglo XX, una vez liberada de la tutela ideológica de los vencedores de la guerra, ha venido expidiendo carnets de catalanidad mientras sus sirvientes saqueaban Banca Catalana, el Palau de la Música y lo que se pusiera a tiro. El producto de esos robos al por mayor se ha repartido entre las 44 familias que según uno de ellos, el testaferro máximo del caso Palau, "son Catalunya", y entre sus mamporreros, adláteres y compinches de toda clase. Los paraísos fiscales del mundo entero guardan ingentes cantidades de dinero depositadas allí por estos bandidos sin escrúpulos, según estamos descubriendo en estos días. Una parte de ese dinero ha servido también para poner en marcha los medios y aparatos privados y parapúblicos de hegemonización ideológica de la sociedad catalana, desde partidos políticos a periódicos hipersubvencionados, pasando por entidades presuntamente dedicadas a la promoción "de la cultura catalana" y otros múltiples instrumentos de agitación al servicio del proyecto de dominación social, hegemonía ideológica y control político de la burguesía catalana.

Por suerte finalmente el pozo negro ha reventado, y la mierda se escampa ya imparable por todo el país.